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del pintor de moda, a la querida de Abel...

Por Dios, Joaquín, por Dios...! -Sí, a su querida ... legítima. O es que crees que la bendición de un cura cambia un arrimo en matrimonio?

- Mira, Joaquín, que estamos casados como ellos...

-Como ellos no, Antonia, como ellos, no! Ellos se casaron por rebajarme, por humillarme, por denigrarme; ellos se casaron para burlarse de mí; ellos se casaron contra mí.

Y el pobre hombre rompió en unos sollozos que le ahogaban el pecho, cortándole el respiro. Se creía morir.

-Antonia... Antonia ... - suspiró con un hilito de voz apagada.

--Pobre hijo mío!-exclamó ella abrazándole.

Y le tomó en su regazo como a un niño enfermo, acariciándole. Y le decía:

-Cálmate, mi Joaquín, cálmate... Estoy aquí yo, tu mujer, toda tuya y sólo tuya: Y ahora que sé del todo tu secreto, soy más

, tuya que antes y te quiero más que nunca... Olvídalos... desprécialos... Habría sido

peor que una mujer así te hubiese querido... -Sí, pero él, Antonia, él...

-Olvídale!

-No puedo olvidarle... me persigue... su fama, su gloria me sigue a todas partes...

-Trabaja tú y tendrás fama y gloria, porque no vales menos que él. Deja la clientela, que no la necesitamos, vámonos de aquí a Renada, a la casa que fué de mis padres, y allí dedícate a lo que más te guste, a la ciencia, a hacer descubrimientos de esos y que se hable de ti... yo te ayudaré en lo que pueda... yo haré que no te distraigan... y serás más que él...

-No puedo, Antonia, no puedo; sus éxitos me quitan el sueño y no me dejarían trabajar en paz... la visión de sus cuadros maravillosos se pondría entre mis ojos y el microscopio y no me dejaría ver lo que otros no han visto aún por él... No puedo... no puedo...

Y bajando la voz como un niño, casi bal-buciendo como atontado por la caída en la sima de su abyección, sollozó diciendo:

-Y van a tener un hijo, Antonia... -También nosotros lo tendremos-le sus

piró ella al oído, envolviéndolo en un besono me lo negará la Santísima Virgen a quien se lo pido todos los días... Y el agua bendita de Lourdes...

-También tú crees en bebedizos, Antonia ? -Creo en Dios!

--«Creo en Dios»-se repitió Joaquín al verse sólo; sólo con el otro—; «y qué es creer en Dios? Dónde está Dios? Tendré que buscarle!

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X

»Cuando Abel tuvo su hijo-escribía en su » Confesión Joaquín-sentí que el odio se me >>enconaba. Me había invitado a asistir a He>>lena al parto, pero me excusé con que yo no »asistía a partos, lo que era cierto y con que »»no sabría conservar toda la sangre fría, mi »sangre arrecida más bien, ante mi prima si

se viera en peligro. Pero mi diablo me insi»nuó la feroz tentación de ir a asistirla y de >>ahogar a hurtadillas al niño. Vencí a la as»querosa idea.

»Aquel nuevo triunfo de Abel, del hombre, »no ya del artista-el niño era una hermosu»ra, una obra maestra de salud y de vigor, un

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