Imágenes de página
PDF
ePub

»prendía mi espíritu. Es que era cristiana. »Mas tampoco yo encontré algo que conmigo simpatizara.

»Hasta que leí y relei el Cain byroniano, yo, nque tantos hombres había visto agonizar y »morir, no pensé en la muerte, no la descu»brí. Y entonces pensé si al morir me moriría »con mi odio, si se moriría conmigo o si me wsobreviviría; pensé si el odio sobrevive a -los odiadores, si es algo sustancial y que se strasmite, si es el alma, la esencia misma del Dalma. Y empecé a creer en el Infierno y que »la muerte es un ser, es el Demonio, es el »Odio hecho persona, es el Dios del alma. »Todo lo que mi ciencia no me enseñó me en»señaba el terrible poema de aquel gran odia»dor que fué lord Byron.

>> Mi Adah también me echaba dulcemente en cara cuando yo no trabajaba, cuando no »podía trabajar. Y Luzbel estaba entre mi »Adah y yo. «No vayas con ese Espíritul»me gritaba, mi Adán. Pobre Antonia! Y me »pedía también que le salvara de aquel Es. »píritu. Mi pobre Adán no llegó a odiarlos scomo los odiaba yo. Pero llegué yo a querer

»de veras a mi Antonia? Ah, si hubiera sido

, »capaz de quererla me habría salvado. Era • »para mí otro instrumento de venganza. Que»ríala para madre de un hijo o de una hija que me vengaran. Aunque pensé, necio de »mí, que una vez padre se me curaría aquello. »Mas acaso no me casé sino para hacer odio>sos como yo, para trasmitir mi odio, para »inmortalizarlo.

»Se me quedó grabada en el alma como con »fuego aquella escena de Caín y Luzbel en el »abismo del espacio. Ví mi ciencia a través de mi pecado y la miseria de dar vida para »propagar la muerte. Y vi que aquel odio in- ! »mortal era mi alma. Ese odio pensé que de»bió de haber precedido a mi nacimientoy que >sobreviviría'a mi muerte. Y me sobrecojí de - »espanto al pensar en vivir siempre para abo»rrecer siempre. Era el Infierno. Y yo que »tanto me había reído de la creencia en él! » Era el Infierno!

»Cuando leí cómo Adah habló a Caín de su »hijo, de Enoc, pensé en el hijo, o en la hija »que habría de tener; pensé enti, hija mía, mi »redención y mi consuelo; pensé en que tú

a

»vendrías a salvarme un día. Y al leer lo que »aquel Caín decía a su hijo dormido e ino»cente, que no sabía que estaba desnudo, »pensé si no había sido en mí un crimen en»gendrarte, pobre hija mía! Me perdonarás »haberte hecho? Y al leer lo que Adah decía »a su Caín, recordé mis años de paraíso, cuan*do aun no iba a cazar premios, cuando no »soñaba en superar a todos los demás. No; »hija mía, no; no ofrecí mis estudios a Dios >con corazón puro, no busqué la verdad y el »saber, sino que busqué los premios y la fama »y ser más que él.

»El, `Abel, amaba su arte y lo cultivába »con pureza de intención y no trảtó nunca »de imponérseme. No, no fué él quien me la »quitó, no! Y yo llegué a pensar en derribar »el altar de Abel, loco de mí. Y es que no ha»bía pensado más que en mí.

>> El relato de la muerte de Abel tal y como »aquel terrible poeta del demonio nos le ex»pone, me cegó. Al leerlo sentí que se me »iban las cosas y hasta creo que sufrí un ma»reo. Y desde aquel día, gracias al impío By»ron, empecé a creer.»

[merged small][ocr errors]

Le dió Antonia a Joaquín una hija. «Una hija-se dijo—y él un hijo!» Mas pronto se repuso de esta nueva treta de su demonio. Y empezó a querer a su hija con toda la fuerza de su pasión y por ella a la madre. «Será mi vengadorasse dijo primero, sin saber de qué habría de vengarle, y luego: «Será mi purificadora».

«Empecé a escribir esto-dejó escrito en »su Confesión--más tarde para mi hija, para »que ella, después de yo muerto, pudiese co»nocer a su pobre padre y compadecerle y »quererle. Mirándola dormir en la cuna, so»ñando su inocencia, pensaba que para criar»la y educarla pura tenía yo que purificarme /»de mi pasión, limpiarme de la lepra de mi »alma. Y decidí hacerle que amase a todos y »sobre todo a ellos. Y allí, sobre la inocencia »de su sueño, juré libertarme de mi infernal »cadena. Tenía que ser yo el mayor heraldo »de la gloria de Abel.»

Y sucedió que habiendo Abel Sánchez acabado su cuadro, lo llevó a una Exposición, donde obtuvo un aplauso general y fué admirado como estupenda obra maestra, y se le dió la medalla de honor.

Joaquín iba a la sala de la Exposición a contemplar el cuadro y a mirar en él, como si mirase en un espejo, al Caín de la pintura y a espiar en los ojos de las gentes si le mi-.. raban a él, después de haber mirado al otro.

«Torturábame la sospecha-escribió en su »Confesión de

que

Abel hubiese pensado en »mí al pintar su Cain, de que hubiese descu»bierto todas las insondables negruras de la »conversación que con él mantuve en su »casa cuando me anunció su propósito de »pintarlo y cuando me leyó los pasajes del »Génesis, y yo me olvidé tanto de él y pensé

« AnteriorContinuar »